No había nada en el mundo que me reconfortase más que la mano de mi madre sobre mi pecho.
Acudía siempre de noche a mi cama, cuando la tos no me dejaba dormir y mi nariz era incapaz de respirar por sí sola. Me remangaba el pijama, untaba su mano en aquel ungüento milagroso y masajeaba mi pecho y mi garganta con cariño hasta que el olor a romero inundaba por completo la habitación.
Era imposible no volver a conciliar el sueño después de aquella muestra de amor de mi madre.
Nunca le he confesado que algunas de aquellas toses fueron fingidas.
El amor de madre cura todo lo que se ponga por delante 🙂
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La verdad es que si, da igual que seamos niños o adultos, ellas lo curan todo. !Gracias por pasarte por aquí!
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Gracias a ti por compartir, es un placer leerte
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Lo que tu madre no te ha dicho nunca es que ella sabía que fingías…
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jajajaja es posible
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¡Ay! ¡Cómo nos hacemos querer! 🙂
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Cada uno tiene sus trucos
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Qué ternura… De situaciones amorosas, madres amorosas, como tú.
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Y como tú. Un besazo preciosa, mil gracias por pasarte por aquí.
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Los recuerdos de niñez son los mejores 🙂 Saludos!
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Sí que lo son. Muchas gracias por el comentario. Un saludo.
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Ese amor es fundamental para cualquier ser bien nacido.
Saludos.
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Unas palabras llenas de ternura 🙂 ¡Te seguimos!
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!Muchas gracias! Todo comentario será bienvenido
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Buena Semana Santa y feliz primavera. Un abrazo enorme 😉
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Igualmente, aquí ya se nota el olor a azahar por las calles y eso es buena señal. Un abrazo, nos leemos 🙂
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